Contexto Social Epoca del Caucho (llegada de las dominicas)
I.INTRODUCCIÓN:
Una expedición
nunca antes vista llega al pequeño poblado de puerto Maldonado el 10 de julio
de 1915.
Monseñor
Zubieta siempre empeñado en llevar acabo empresas cargadas de la locura de dios
es capaz de arrastrar corazones valientes como el de madre ascensión nicol y un
pequeño grupo de religiosas dominicas quienes fieles a su compromiso de
trabajar por las almas abandonan su vida de clausura para entregarse a nuevas
ambiciones en los lugares más necesitados.
Puerto
Maldonado era entonces una población recién creada era también una población
donde había caucheros para explotar el caucho en la selva.
La llegada de
las hermanas fue toda una novedad para puerto Maldonado. Una noticia que
sorprendía mucho, que mujeres se arriesgaran a ese viaje peligroso y a la
permanencia en la selva donde solo iban hombreas aguerridos para el negocio de
la explotación del caucho.
Monseñor Ramón Zubieta tras más de 10 años
organizando las nuevas misiones en la amazonia peruana se convence de que estas
no podrán cumplir su función plenamente si no cuentan con mujeres misioneras
capaces de entregarse por la formación humana y espiritual de la mujer
amazónica en todas las etapas de su vida Esta labor social y educadora se
dirige especialmente a la mujer amazónica quienes sufrían una triple
marginación por ser mujer indígena y pobre.
La Fiebre del
Caucho constituyó una parte importante de la historia económica y social de
países con territorios amazónicos, como Brasil, Perú, Bolivia, Colombia,
Ecuador y, en menor medida, Venezuela. Esta fiebre está relacionada con la
extracción y comercialización del caucho. Tuvo como centro a la región
amazónica, disparando su proceso colonizador, atrayendo riqueza y causando
transformaciones culturales y sociales, además de dar gran impulso a ciudades
amazónicas como Iquitos en el Perú y en especial las ciudades brasileñas de
Belém y Manaos.
La fiebre del
caucho vivió su auge entre 1879 y 1912, experimentando, tiempo después, un
renacimiento entre los años de 1942 y 1945. Se denomina caucho al jugo o látex
de una variedad de plantas o árboles de gran tamaño
Fue en la
selva amazónica donde se desarrolló la actividad extractora de caucho a partir
del árbol del caucho o seringueira (en portugués), un árbol que pertenece a la
familia de las Euphorbiaceae, también conocido como árbol de la fortuna. Los
indios centroamericanos fueron los primeros en aprovechar las particulares
propiedades del caucho natural. La primera fábrica de productos de caucho
(bandas elásticas y suspensorios) surgió en la capital francesa, París, en el
año de 1803.
La
explotación del caucho ha dejado huellas profundas en las sociedades que fueron
sometidas a trabajos forzados por los extractores. La drástica caída
demográfica ha tenido efectos contundentes en su desestructuración social. La
dureza de los tiempos y de la naturaleza, hizo menos aliviada y eso sí, más
dolorosa la vida en los bosques amazónicos de Loreto. El caucho trajo
prosperidad a los patrones caucheros, ~ 1 violencia, criminalidad y permanente
prepotencia de parte de ellos, así como también esclavitud y explotación incesante
en medio de la población indígena.
En ese contexto. Los indígenas no estaban al alcance de las Leyes peruanas; es decir que eran peruanos de clase y valor diferentes
En ese contexto. Los indígenas no estaban al alcance de las Leyes peruanas; es decir que eran peruanos de clase y valor diferentes
Se desarrolló
la época del caucho, el también llamado boom cauchero. Con sus virtudes, taras
y otras complicaciones que dejó una profunda huella en la historia de nuestros
pueblos.
¡Cuánto bien se hace Madre Mía, en
nuestras misiones y qué cerca del cielo se siente el alma en esas apartadas
regiones! Nunca me he sentido tan cerca de Dios como en mis 16 meses de
montaña. Es cuando con más claridad he conocido que el Señor no se deja vencer
en generosidad.”
M. Ascensión Nicol.
II.EL
AUGE DEL CAUCHO
La llegada de
las hermanas fue toda una novedad para puerto Maldonado. Una noticia que sorprendía
mucho, que mujeres se arriesgaran a ese viaje peligroso y a la permanencia en
la selva donde solo iban hombreas aguerridos para el negocio de la explotación
del caucho. (1)
La fiebre del
caucho en el Perú, está teñida de sangre y pólvora, de gloria y abusos. La
historia del caucho en el oriente peruano configuró el territorio actual y
abrió los ojos a la administración de los gobiernos de turno, que poco o nada
daba por esas extensas regiones verdes. Aquella época es posterior a las
expediciones que llevaron a los conquistadores a ubicar el mítico El Dorado o
un Paititi que encerraban incalculables tesoros; es también posterior al afán
evangelizador de los misioneros que se internaron en la Amazonía para fundar
centros poblados y "civilizar" a los "salvajes". El
explorador que entró a la selva para extraer el caucho a fines del siglo XIX lo
hizo con una imaginación libre de utópicas ciudades cubiertas de oro y sin una
Biblia que justificara sus empresas.
La
explotación de una resina gomosa que se extraía de dos tipos de árboles de la
selva amazónica generó el desarrollo repentino de la “fiebre del caucho”. Su
gran demanda procedió de la aplicación del invento de la vulcanización a la
industria, en particular la automotriz que requería ese insumo para sus
neumáticos. Su explotación generó la migración de numerosos empresarios de
fuerte espíritu aventurero procedentes de la Sierra del Perú, del Brasil y
otros países. Numerosas colonias extranjeras se establecieron en la región.
Esta nueva riqueza significó el crecimiento de Puertos Fluviales tanto en
Brasil como en el Perú.
Tal fue el
caso de Manaos e Iquitos que de ser pequeñas aldeas se convirtieron en
importantes ciudades con mucho dinero, vida comercial muy intensa, llenas de
lujos y mejor comunicadas con Europa que con sus propias naciones.
Esta riqueza
fue pasajera, pues culminaría en 1919 debido a la expansión de plantaciones de
jebe en el Asia y la obtención del caucho sintético, resultado de
investigaciones químicas. En el plano político el auge del caucho promovió en
1897, el traslado de la capital de Loreto desde Moyabamba a Iquitos. En
determinados momentos, el caucho llegó a significar el 20% de los ingresos
totales del Estado Peruano. En este apogeo del caucho aparecieron empresarios
peruanos como Julio C. Arana y Carlos Fermín Fitzcarrald, quienes amasaron
grandes fortunas en muy poco tiempo.
Otro
aspecto de la explotación cauchera se muestra en las correrias contra indios
selváticos, realizadas en forma indiscriminada por los caucheros. Se
organizaban tropas que buscaban a los indígenas para obligarlos a trabajar en
la extracción del caucho en condiciones inhumanas. Estas prácticas fueron
cuestionadas posteriormente por el parlamento irlandés Roger Cassement y
merecieron la condena internacional de los caucheros peruanos.
III.CRIMENES
Y VIOLENCIA DURANTE LA EPOCA DEL CAUCHO:
La explotación de gomas silvestres en el
Perú apareció como actividad económica importante cuando el Estado hacía
esfuerzos para promover la inmigración europea hacia su región amazónica,
objetivo en el que había fundado sus esperanzas para poner en valor sus
recursos. No obstante, sus afanes no fueron compensados con la inmigración
masiva de colonos, ni con el incremento substancial de la producción agropecuaria.
El auge del caucho debe haber sido
considerado, tanto por el gobierno, como por los extractores y comerciantes de
entonces, como una aparición milagrosa por la posibilidad de generar ingresos
mediante el sencillo expediente de recoger un producto del medio natural y
venderlo en Europa y los Estados Unidos.
Un fabricante y comerciante de sombreros de
la provincia de Rioja (región de San Martín) llamado Julio César Arana,
aprovechando del auge empezó a llevar sus productos por los ríos de la selva
baja. De esta manera comenzó una carrera en el negocio de las gomas silvestres
que tendría un ascenso vertiginoso. Se inició como acopiador del producto que
luego vendía a las casas exportadoras ubicadas en Iquitos, pero antes de que
terminara el siglo XIX dio dos saltos importantes.
Al servicio
de la Casa Arana (2)
Los
historiadores Gabel Sotil García y Humberto Morey Alejo, comentan que en las
crónicas de los misioneros de los XVII y XVIII se habla que los indígenas
jugaban con unas bolas que rebotaban debido a su elasticidad; eran bolas de
caucho con las que pasaban momentos de recreación. Con ese mismo látex, los
indios preparaban muchos objetos utilitarios de uso doméstico. Jamás se
imaginarían estos hombres y mujeres que este producto natural, un par de siglos
más tarde, sería la causa de muchos sufrimientos y de grandes desgracias para
sus pueblos.
Las
cualidades del caucho, cuyas características como la elasticidad, la
impermeabilidad y la virtud de ser aislante de la electricidad, comenzó a
industrializarse. Se manufacturaron en diversas maneras y productos. Pero los
científicos no lograron perfeccionar su transformación sintética. Los trabajos
de laboratorio no dieron resultados favorables debido a su poca durabilidad y
su resecamiento ante el calor.
Pero fue el
científico Charles Goodyear, en 1839, que descubre el proceso de vulcanización
del caucho, que consiste en mezclar con azufre mediante calor, lo que da más
elasticidad, durabilidad, resistencia y mayor uso. Así, con este descubrimiento
comienza a florecer la industria cauchera y la demanda de la materia prima que
se encuentra en los bosques de la Amazonía con su consiguiente secuela de
depredación, crímenes y abusos. Allí también aparecen los grandes caucheros,
llegados de aquí de diferentes puntos del Perú y de todo el mundo.
Lo que
caracterizó a esta llamada época del caucho, fue la contradictoria coordinación
entre dos formas históricas: la del pre capitalismo y la del capitalismo. Se
establecería una relación entre formas de producción elementales y de formas de
trabajos feudales y esclavistas, con la industria moderna de los países
desarrollados. Este fenómeno desfasado entre el mundo desarrollado y
subdesarrollado se acentuó en los años de 1880 a 1914, lapso que duró este
proceso extractivo-mercantil”.
Durante ese
periodo, el indígena fue un elemento importante, decisivo diría yo para el
proceso de extracción. Fue la mano de obra barata y hasta gratuita, útil hasta
el nivel de indispensable, casi siempre debido a que era el único que conocía
la zona y podría localizar los árboles de jebe, así como subsistir mucho más
tiempo en el interior de los bosques.
Los indígenas
no estaban al alcance de las Leyes peruanas; es decir que eran peruanos de
clase y valor diferentes. Casi todas las naciones étnicas de la Amazonía aún
mantenían sus culturas ancestrales en las que ni siquiera existió alquiler del
tiempo para el trabajo a cambio de una paga de dinero. Los pequeños, medianos y
grandes caucheros de la época compraban materia prima a precios bajos y la vendían
a precios altos.
“La
explotación del caucho hizo integrar a la región con el capitalismo
internacional, en momentos en que la integración con el resto del país era muy
débil. Para la clase de poder de Iquitos, Liverpool o cualquier ciudad europea quedaba
más cerca que la ciudad de Lima.”
Pero la
dureza de los tiempos y de la naturaleza, hizo menos aliviada y -eso sí-, más
dolorosa la vida en los bosques amazónicos de Loreto. El caucho trajo
prosperidad a los patrones caucheros, violencia, criminalidad y permanente
prepotencia de parte de ellos, así como también esclavitud y explotación
incesante en medio de la población indígena. (3)
El primero
fue consecuencia de su asociación, en 1890, con el comerciante colombiano Juan
V. Vega y, el segundo, la fundación, en 1896, de la firma que consolidó su posición como único
habilitador en la zona del Putumayo. En 1901 fundó la firma “Arana, Larrañaga y
Compañía”, en sociedad con el cauchero colombiano Benjamín Larrañaga y, a su
muerte, compró sus acciones a su hijo Rafael Larrañaga, en 1905
Poco después
Arana viajó a Londres para buscar capitales en Gran Bretaña. El 27 de
septiembre de 1907 creó la empresa “Peruvian Amazon Rubber Company”, con un
capital de un millón de libras esterlinas. Su intención por constituir a su
empresa como británica, además de captar nuevos capitales, tenía como objetivo
dejar a salvo sus intereses en caso que la contienda del territorio donde él
operaba (entre el Putumayo y el Caquetá), por entonces en disputa con Colombia,
se resolviera en favor de este país.
La obtención
de mano de obra para trabajar en la empresa era un tema central. Para
resolverlo Arana encargó a su socio Abel Alarco que viajara a la isla caribeña
de Barbados para conseguir gente. Allí recluto cerca de 200 barbadenses para
supervisar la recolección de gomas. Los extractores directos fueron indígenas
de la región, en especial, boras, huitotos, ocainas, andoques y resígaros. El
sistema de trabajo se basada en la habilitación, es decir, en la entrega de
productos industriales a los indígenas que ellos debían pagar con gomas. Los
indígenas que mostraban su disconformidad con el sistema comenzaron a ser
castigados y los que osaron rebelarse fueron bárbaramente asesinados. Como los
jefes de estaciones gomeras ganaban un porcentaje sobre el caucho recolectado,
ellos impusieron condiciones cada vez más duras a los indígenas. La situación
llegó a convertirse en un verdadero régimen de terror, con castigos físicos
(uso del cepo, flagelaciones, mutilaciones) que causaron miles de muertes.
Los cálculos
de Arana para convertir su empresa en británica le salieron mal. No solo no le
sirvieron para salvar sus intereses en la región, sino que, debido a que las
denuncias comprometían, a la vez, a una empresa registrada en Londres y a súbditos británicos,
como eran los barbadenses, el Parlamento Británico ordenó una investigación.
La historia
que sigue es el proceso de investigación ordenado por el Parlamento Británico y
también por el gobierno peruano. Del primero dan cuenta los informes elaborados
por Roger Casement (2012) y, sobre el segundo, los redactados por los jueces
peruanos Valcárcel (2004) y Paredes (2010). Estos dos jueces son figuras que
actuaron con valentía y dignidad en un proceso lleno de mentiras y amenazas de
los caucheros. Sin embargo, nunca se llegó a sancionar a ninguno de los
implicados en las atrocidades del Putumayo, quienes huyeron antes de ser
capturados. Arana quedó como una persona “que no sabía” lo que pasaba en la
región y es aún hoy considerado por muchos en el Perú como una especie de héroe
civilizador y patriota defensor de la frontera.
La salvación
para los indígenas de la región fue la pérdida de interés del mercado mundial
por las gomas naturales. Este hecho no se debió, sin embargo, a las investigaciones
que se iniciaron para determinar la responsabilidad de los gerentes y capataces
de la empresa en las torturas y asesinatos de indígenas. La verdadera causa de
la caída del precio de las gomas fue la entrada en producción de las
plantaciones que Gran Bretaña había establecido en sus colonias del sudeste
asiático, con semillas robadas en Santarem (Brasil) por un personaje
especialmente encargado para este fin: Henry Wickham, quien por este hecho
recibió luego el título de Sir por parte de la Corona Británica. El mayor
volumen de producción ofertado por esas plantaciones y la mayor facilidad para
cosechar las gomas fueron las causas de esta caída del precio del caucho
amazónico. En efecto, en 1914 las plantaciones eran de alrededor de 1’200.000
hectáreas y producían más caucho que los bosques naturales. Ese año las gomas
de plantación representaron el 60.4% del total mundial, porcentaje que llegó al
89.3% en 1920 y al 93.1% en 1922 (A partir de entonces, los pueblos indígenas
afectados por la explotación de las gomas silvestres serían protagonistas de
nuevos procesos, en nuevos escenarios.
EL TRASLADO DE POBLACIÓN HACIA PERÚ
La
explotación del caucho ha dejado huellas profundas en las sociedades que fueron
sometidas a trabajos forzados por los extractores. La drástica caída
demográfica ha tenido efectos contundentes en su desestructuración social. Se
calcula que al comienzo de la explotación del caucho existían en la región del
Putumayo alrededor de 50 000 personas pertenecientes a los pueblos Huitoto, Bora,
Ocaina, Resígaro y Andoque, entre los principales. Actualmente esa población no
llega a 10 000 almas
Cuando la
Peruvian Amazon Company aún no terminaban de asimilar el impacto de la caída de
precios del producto en el que había basado su prosperidad, hecho que por
supuesto afectó no sólo a Perú sino a la totalidad de países de la región
amazónica(1), las pugnas que enfrentaban a Perú con Colombia por la posesión de
los territorios comprendidos entre las márgenes izquierda del Putumayo y
derecha del Caquetá, se resolvieron a favor de éste mediante el tratado de
límites Salomón-Lozano, suscrito en 1922, durante el gobierno del presidente
Augusto B. Leguía, y ratificado por el Congreso nacional recién en 1928. Este
acuerdo fue duramente criticado por una serie de instituciones nacionales, como
el Colegio de Abogados (1933), y de personalidades, como el juez Carlos A.
Valcárcel (1931), quienes, entre otras consideraciones, cuestionaron que
mediante el tratado se había entregado a Colombia más de lo que había reclamado
en un primer momento, como fue el caso del llamado “trapecio amazónico”, donde
se ubica Leticia, lo que le permitió a este país tener acceso directo al
Amazonas.
El tratado no
trajo la paz sino que atizó los conflictos políticos internos y, sobre todo,
las confrontaciones armadas externas entre Perú y Colombia de una manera mucho
más intensa que las que se había dado en épocas anteriores. El descontento
nacional por la firma del acuerdo y, en general, por la conducción política del
país, se expresó en la Revolución de Arequipa, del 22 de agosto de 1930,
encabezada por el coronel Luis Sánchez Cerro, quien depuso al presidente
Leguía. El Manifiesto Revolucionario avivó el sentimiento patrio y motivó la
formación de la Junta Patriótica en Loreto. El 1º de setiembre de 1932 un grupo
de civiles y miembros del Ejército residentes en Caballococha y la misma
Leticia tomaron este poblado con el fin de reintegrarlo al dominio nacional, al
igual que la totalidad del Trapecio Amazónico. Esto encendió la chispa de una
serie de enfrentamientos armados. El último de ellos tuvo lugar en Puca Urco,
aguas abajo de la desembocadura del río Algodón en el Putumayo, en mayo de
1933. Finalmente, el 24 de mayo de 1934 ambos países firmaron el Protocolo de
Amistad y Cooperación, reconociendo los términos del tratado Salomón-Lozano
Este recuento
histórico sobre los enfrentamientos entre ambos países en la zona del Putumayo
es importante para comprender el contexto en que se produjo el traslado de la
población indígena desde Colombia hasta el Perú. Como es usual en los relatos
históricos, cada fuente se refiere a los acontecimientos desde su propia
perspectiva nacional y, más concretamente, desde sus propios intereses. Entre
las cuestiones objetivas que puedo rescatar de esas narraciones, me quiero
referir ahora solo a dos de ellas: que el traslado se produjo en medio de
serios enfrentamientos armados entre los dos países y que el interés principal
fue por el control de la mano de obra indígena.
Según
diversas fuentes, en 1924, es decir, dos años después de la firma del tratado
de límites, algunos altos empleados de la Peruvian Amazon Company comenzaron a
trasladar población indígena, principalmente boras, huitotos y ocainas, y
también unos pocos resígaros y andokes sobrevivientes de la barbarie cauchera,
hacia el Perú. Los autores principales de esta reubicación fueron los hermanos
Carlos y Miguel Loayza, este último, ex jefe de una de la sección gomera de la
Peruvian Amazon Company. Ellos necesitaban mano de obra para la producción
agropecuaria y extracción de nuevos productos del bosque que habían ido
cobrando importancia económica en el mercado internacional, como la explotación
de maderas y resinas.
Los
caucheros, todos o casi todos, fueron protagonistas de increíbles episodios. La
historia inscribe nombres notables como los de Carlos Fermín Fitzcarrald López
(1862-1897) y Julio César Arana del Águila (1864-1952), como los más crueles.
De Arana se
dice que fue el responsable de maltratos y muertes de más de 20,000 nativos y
se escribe que fue a manos de ingleses, que “hacían el rol de crueles esbirros
y esto era curiosamente evidente, pues los guardias barbadenses, eran ingleses,
aunque de segunda categoría, pero súbditos de la Corona de Inglaterra.”
Estos
maltratos y crímenes fueron causa de una escandalosa denuncia del ingeniero
norteamericano Walter Hardenburg, quien dijo ser testigo del genocidio
permanente que se cometía en los fundos caucheros de la Casa Arana en el río
Putumayo, de los secuestros y violaciones y de la explotación esclavista. En
Iquitos, en febrero de 1,908, hace ya casi un siglo, escapando de los esbirros
de Arana denunció todo lo que había visto. Situación que es cuestionable
viniendo de Hardenburg debido a la trayectoria de su vida y el triste final de
su existencia.
IV. LOS ABUSOS PERSISTEN EN LA MEMORIA Y EN LOS MITOS
Para los
pueblos indígenas de la Amazonía, la época del caucho fue un periodo histórico
particularmente traumático.
La expansión
de la manufactura industrial comercial en Europa y Estados Unidos en el siglo
XIX desató una bonanza económica en América del Sur al crear un apetito voraz
para caucho para tubos, llantas, cinturones y otros usos. Las ciudades de
Manaus y Belém, en Brasil, e Iquitos, en la Amazonía peruana, todavía reflejan
las fortunas ganadas al final del siglo XIX, antes de que algunos viajeros
británicos llevaran semillas de la planta del caucho a su país. Se sembraron
las semillas allí y se llevaron los plantones al Asia, donde se establecieron
grandes plantaciones.
Sin embargo,
las fortunas se debían al trabajo forzoso y la esclavitud. Miles de hombres,
mujeres, niños y niñas murieron en el trabajo o fueron asesinados por los
capataces por no entregar su cuota de látex o por rebelarse.
Uno de los
empresarios del caucho más brutales fue el peruano Julio César Arana, quien
forjó un imperio por el Río Putumayo durante la primera década del siglo XX,
aprovechando de la ausencia de la ley en un área donde la frontera entre el
Perú y Colombia era borrosa. Relatos de violaciones, torturas y matanzas de
trabajadores indígenas finalmente llegaron a Inglaterra, donde la empresa de
Arana estaba registrada. Bajo presión de los medios y de una organización de
derechos humanos allí, una investigación fue abierta por el diplomático Roger
Casement.
El informe
demoledor de Casement, entregado a la oficina de Relaciones Exteriores de su
país en el año 1911, generó otra investigación en Inglaterra, porque tres de
los directores de la empresa fueron ingleses, pero tuvo poco impacto en el
Perú, donde la mayoría de los abusos quedaron impunes.
Al final, lo
que puso fin a la fiebre del caucho en esta región del mundo fue la economía.
Las plantaciones en Asia empezaron a producir más látex a un costo más bajo, y
el "boom" en la Amazonia entró en declive. Sin embargo, la producción
del caucho y el abuso a los trabajadores indígenas seguía en la Amazonia
peruana por unas décadas más, hasta mediados del siglo XX.
Algunos
comuneros kukama en el bajo Marañón trabajaban el caucho hasta los años 50 y
60. No fue un trabajo esclavo, pero los habilitaron los patrones en el área que
ahora es la Reserva Nacional Pacaya-Samiria, un área enorme de humedales y
bosques estacionalmente inundados en la región de Loreto que forma parte del
sistema nacional de áreas protegidas.
Aunque ellos
no vivían el auge de la época del caucho, cuando Arana reinaba, la memoria
colectiva sigue viva en los relatos que ellos escucharon de sus padres y
abuelos, y en mitos como el del tigre negro.
Aun ahora,
cuando los descendientes de las víctimas cuentan de las torturas, violaciones y
matanzas perpetradas por los empresarios del caucho, se les caen las lágrimas,
según Stefano Pau, un estudioso de literatura y cultura latinoamericano de la
Universidad de Cagliari en Italia. Pau ha recopilado historias y mitos de esa
época en Nauta y en comunidades en el Río Ampiyacu, afluente del Amazonas en el
Perú.
Además de la
historia del tigre negro, que refleja la crueldad de los empresarios del
caucho, los relatos que se han recopilado contienen otras imágenes de esa época
que se han entretejido con el mundo espiritual kukama, conectando el pasado con
los eventos de coyuntura en el Marañón.
(4)
Esos barcos
todavía aparecen en lugares donde se despachaba el caucho en embarcaciones o
donde se llevaba a cabo alguna otra actividad relacionada con el caucho. El
mito volvió a cobrar relevancia con la llegada de las embarcaciones petroleras
y los cruceros turísticos que transitan por el río..
Otro tema que
se repite es el del bufeo colorado, que toma la forma de un hombre de tez
clara, vestido de botas y sombrero. Aparece en las comunidades, enamora a las
mujeres y las deja embarazada.
Aunque
algunos mitos del bufeo colorado son más antiguos, esta versión tiene sus
raíces en la época cuando los hombres pasaban meses en el bosque, dejando a sus
mujeres e hijos en las comunidades, a la merced del patrón. Si un hombre volvía
a casa y encontraba a un niño que no era su hijo, se le echaba la culpa del
embarazo al bufeo colorado.
“Yo he visto
cómo llegaron a los puertos de la comunidad y encontraron a mi tía y a mis
primas lavando en el río, ahí las agarraron y las violaron a mis primas y a su
madre, yo estaba viendo escondido desde un árbol de guayaba”,
Muchas de las mujeres y niñas que vivían esta
violencia aún viven, son madres y abuelas, pero nunca se han escuchado sus
historias. No se ha hecho nada para reconciliar el pasado o sanar esas heridas,
y sus hijas y nietas muchas veces sufren una agresión sexual similar cuando
dejan sus comunidades y viajan a las ciudades a trabajar como empleadas del
hogar, a veces en las casas de los descendientes de los patrones.
En el 2012, a
un siglo del informe de Roger Casement, el gobierno colombiano oficialmente
pidió perdón por las atrocidades cometidas en La Chorrera, en el corazón del
imperio de Arana, ubicado en territorio que ahora pertenece a Colombia.
Sin embargo,
las disculpas no llegaron a los oídos de muchas de las personas cuyas vidas
siguen siendo marcadas por el desplazamiento, y la discriminación y el trato
humillante persisten. El turismo sexual infantil, las permanentes
contaminaciones por derrames de petróleo, la apropiación de sus territorios,
entre otras cosas, son la expresión de que esa época de dolor y de explotación
no ha terminado.
La frontera
de bosque espeso entre el Perú y Brasil tiene la mayor concentración de pueblos
en aislamiento—tribus que generalmente evitan contacto con personas foráneas—en
el mundo. Muchos son descendientes de personas que huyeron hacia las cabeceras
para escapar el genocidio desatado por los patrones del caucho.
A pesar de un
cierto nivel de reconocimiento de la tragedia de parte de los funcionarios del
gobierno y hasta en la literatura—la novela El Sueño del Celta, del autor
peruano Mario Vargas Llosa se basa en la historia de Casement—ha habido poco
reconocimiento de la dimensión moral de la época del caucho y sus secuelas.
Algunas
activistas de derechos indígenas también reclaman reparaciones por la
violencia, una idea todavía incipiente según Victoria Tauli-Corpuz, relatora especial
de la ONU para los derechos de los pueblos indígenas.
Durante una
visita oficial a Brasil en marzo del 2016, Tauli-Corpuz recomendó una
investigación nacional de la situación de los pueblos indígenas. Una
investigación de esa naturaleza permitiría explorar no solo la situación actual
de los pueblos indígenas, sino también las raíces estructurales e históricas de
los problemas que enfrentan, según Tauli-Corpuz.
La generación
que mantiene vivas estas memorias se nos va. Mi padre tiene ahora 98 años, y
algunas de las personas que nos contaron sus historias en los últimos años han
fallecido. Cuando los jóvenes leen de esas décadas en sus textos de historia,
aprenden nombres y fechas, pero no aprenden la profundidad del horror que
afectó, y que sigue afectando a sus abuelos, sus padres y ellos mismos.
Es importante
seguir escuchando a la gente mayor, mujeres y hombres, sus testimonios en
primera persona. Sin embargo, también hay que asegurar que estas historias,
tanto los relatos de eventos como los mitos, lleguen a la gente joven, pues
muchos jóvenes de hoy no comprenden por qué aun tanta humillación, tanto
insulto y tanta exclusión hacía los pueblos, hacia la gente.
“Convertir la
historia en mito no es simplemente reiterar los hechos, sino tiene que ver con
la dimensión moral", según Hill. Con estos relatos, las personas "ya
no se entienden a sí mismas como meros descendientes de ancestros míticos. Son
gente descendida de los sobrevivientes de un pasado histórico traumático".
V.LA
FIEBRE DEL CAUCHO EN OTROS PAISES
1.FIEBRE DEL CAUCHO EN EL BRASIL
La primera
fiebre del caucho en Brasil:
Tras el
descubrimiento de América, la Amazonia brasilera se mantuvo en estado de
aislamiento durante los primeros cuatro siglos y medio, pues no poseía
importantes vetas de oro u otro mineral que se revalorizó en el mercado
mundial, generando ganancias y dividendos a cualquiera que se aventurase en
este negocio.
Desde inicios
de la segunda mitad del siglo XIX, el caucho comenzó a ejercer una fuerte
atracción sobre emprendedores visionarios. La actividad extractiva del látex en
la Amazonia se tornó de inmediato en una actividad muy lucrativa. El caucho
natural conquistó un lugar destacado en las industrias de Europa y
Norteamérica, alcanzando un elevado precio. Esto desencadenó la llegada de
extranjeros a Brasil, que venían con la intención de conocer el famoso árbol
del caucho y los métodos de extracción, con el fin de obtener ganancias con
este nuevo negocio. Debido a la extracción del caucho, se desarrollaron las
ciudades de Manaus, Belém y otras poblaciones brasileñas, que en poco tiempo y
debido a la riqueza que trajo el caucho se transformaron en ciudades.
EL PROYECTO
DE LA LÍNEA FÉRREA
La Fiebre del
caucho justificó la construcción del Ferrocarril Madeira-Mamoré.
La idea de
construir un ferrocarril en las márgenes de los ríos Madeira y Mamoré surgió en
Bolivia en el año de 1846. Como este país no tenía vías para sacar la
producción de caucho a través de su territorio, era necesario crear alguna
alternativa que permitiera exportar el caucho a través del Océano Atlántico. La
idea inicial, optaba por la vía de la navegación fluvial, subiendo por el río
Mamoré en territorio boliviano y después por el río Madeira en Brasil. Pero el
recorrido tenía grandes obstáculos naturales: veinte cascadas impedían la
navegación. Entonces se comenzó a pensar en la construcción de una línea férrea
que cubriese por tierra el trecho fluvial problemático.
TERRITORIO
DEL ACTUAL ESTADO DE ACRE EN BRASIL.
Pero la
desmedida extracción descontrolada del caucho estaba en vías de causar un
conflicto internacional. Los trabajadores brasileños se adentraban cada vez más
en las selvas del territorio peruano, en busca de nuevos árboles de caucho para
extraer el precioso látex, generando conflictos y luchas por cuestiones
fronterizas a finales del siglo XIX, que incluso llegaron a requerir la
presencia militar.
La República
Brasileña denominada actualmente vieja república, recién proclamada, sacaba el
máximo provecho de las riquezas obtenidas con la venta del caucho, pero
preocupaba mucho la Cuestión del Acre, como estaban siendo conocidos los
conflictos fronterizos por causa de la extracción del caucho.
Fue entonces
cuando la providencial e inteligente intervención del diplomático Barón del Rio
Branco y del embajador Assis Brasil, en parte financiados por los magnates del
caucho, culminó en la firma del Tratado de Petrópolis, llevada a cabo el 17 de
noviembre de 1903 durante el gobierno del presidente Rodríguez Alves. Este
tratado puso fin a la contienda con Bolivia, garantizando el control y posesión
por parte de Brasil de las tierras y selvas del Acre.
Brasil obtuvo
el dominio definitivo de la región, dando a cambio tierras del estado de Mato
Grosso y el pago de dos millones de libras esterlinas, bajo el compromiso de
construir una línea férrea que superase el difícil trecho del río Madeira y que
permitiese el libre acceso de mercaderías bolivianas (siendo el caucho la
principal), a los puertos brasileños del Atlántico (inicialmente Belém do Pará,
en la desembocadura del río Amazonas).
Debido a este
episodio histórico, resuelto pacíficamente, la capital de Acre recibió el
nombre de Rio Branco y dos municipios el nombre de dos importantes personajes:
Assis Brasil y Plácido de Castro.
LA CUESTIÓN
DEL ACRE DESDE LA POSICIÓN PERUANA
El territorio
peruano se extendía hasta el río Madeira en Brasil. Sin embargo, entre 1867 y
1909, todo el territorio del Acre pasó al Brasil sin librarse batalla. Los
presuntos derechos del Brasil sobre esa extensa zona se remontan a que, en
1867, el presidente boliviano Mariano Melgarejo había cedido territorios
peruanos a Brasil –como si fueran del país altiplánico– y lo hizo nuevamente en
1889 por el Tratado de Petrópolis, luego de una larga guerra fronteriza de casi
30 años. Desde entonces Brasil quiso poseer por la fuerza dichas tierras,
deseando extenderse inclusive hasta el río Purús, río Yurúa, río Ucayali y Río
Itaya.
El 25 de
octubre de 1902, la guarnición peruana de Amuheya rechazó a un destacamento
brasileño que le exigía abandonar su puesto. En 1903, una lancha con personal
peruano del comisariado de Chandles fue tiroteada en el Acre. En 1904, el
coronel brasileño José Ferreira arribó al río Santa Rosa, afluente del Purús, y
saqueó caucho y siringa a extractores peruanos. En noviembre de ese año, la
guarnición de Amuheya se rindió ante fuerzas brasileras superiores después de
dos días de combates. Considerando imposible defender militarmente la región,
la pérdida peruana se hizo efectiva por el Tratado Velarde-Rio Branco de 1909 y
se acordó un recorte territorial complementario con el Tratado Polo-Sánchez
Bustamante, también de 1909.
Apogeo,
refinamiento y lujo
La fiebre del
caucho convirtió las ciudades amazónicas en prósperos centros económicos y
culturales. Teatro Amazonas de la ciudad de Manaus.
2.FIEBRE DEL CAUCHO EN EL PERÚ
En 1885,
empezó la época del auge del caucho (aunque su explotación se realizaba ya
desde tiempo atrás), producto cuya exportación aumentó año tras año hasta 1915,
en que se registraron 3.029 toneladas métricas. Esta bonanza no volvería a
repetirse. Iquitos experimentó durante aquellos años un auge y una prosperidad
sin precedentes, bonanza que también alcanzó a otras ciudades como Tarapoto,
Moyobamba, Pucallpa, Lamas y Leticia (en ese momento aun era peruana). Los
patrones derrochaban el dinero que habían ganado y construían lujosas viviendas
para las que importaban materiales desde Alemania y otros países de Europa. Se
impuso la moda europea y los caucheros vestían con las mejores telas y bebían
los más finos licores. Muchas de las construcciones que aún se conservan en
Iquitos dan testimonio del efímero período de abundancia y de improvisadas
fortunas que, al final de cuentas, se esfumaron con la misma facilidad con que
se habían formado a costa de tantas vidas, abusos y sacrificios.
La fiebre del
caucho en el Perú, está teñida de sangre y pólvora, de gloria y abusos. La
historia del caucho en el oriente peruano configuró el territorio actual y
abrió los ojos a la administración de los gobiernos de turno, que poco o nada
daba por esas extensas regiones verdes. Aquella época es posterior a las
expediciones que llevaron a los conquistadores a ubicar el mítico El Dorado o
un Paititi que encerraban incalculables tesoros; es también posterior al afán
evangelizador de los misioneros que se internaron en la Amazonía para fundar
centros poblados y "civilizar" a los "salvajes". El
explorador que entró a la selva para extraer el caucho a fines del siglo XIX lo
hizo con una imaginación libre de utópicas ciudades cubiertas de oro y sin una
Biblia que justificara sus empresas.
LOS CAUCHEROS:
Barones del
caucho de diferentes nacionalidades afincados en Iquitos, Perú.
El cauchero
peruano no sólo fue un empresario dedicado a la extracción del látex; también
fue un equivalente del minero en la frontera estadounidense, una suerte de ley
en una tierra sin leyes, y muchas veces el defensor de la soberanía y la
integridad territorial ante las aspiraciones expansionistas de los vecinos
brasileños, colombianos y ecuatorianos. De hecho, eran conocidas las
pretensiones brasileras que consideraban que el entonces imperio del Brasil
sólo sería una potencia mundial si lograba una salida al Pacífico.
Iquitos,
fundada en 1757, por los jesuitas y convertida en capital del departamento de
Loreto por el mariscal del ejército del Perú Ramón Castilla y Marquezado, en
1864, fue el centro cauchero de la selva peruana y el primer puerto fluvial en
el río Amazonas peruano. Desde allí se comercializaba con Manaos, en Brasil.
Desde 1880, con el auge del caucho, la ciudad inició su expansión. Llegó a
contar con colonias de portugueses, españoles, judíos, chinos, y hasta nueve
consulados en aquella época. Iquitos gozó de años dorados en los que la riqueza
que trajo el oro blanco dejó muestras del esplendor en mansiones y en edificios
de estilo morisco, como la Casa de Fierro, diseñada por el ingeniero Gustav
Eiffel.
En un sentido
que la historia ha mandado a revaluar, el cauchero fue un conquistador moderno,
un explorador que sin Biblia ni Dorado ni Paititi gobernó una tierra indómita,
descubrió en ella un atractivo desconocido y la convirtió en una región
apetecible que hoy sigue ofreciendo infinitas posibilidades y riquezas en
diversas formas. Desde una mirada más completa, debemos admitir que el negocio
del caucho, si bien muy prolífico en términos económicos, impulsó excesos
condenables que perjudicaron a cientos de miles de individuos e hirieron, tal
vez para siempre, la diversidad cultural de la especia humana.
FUERZA
LABORAL:
Plaza de
Armas de Puerto Maldonado.
Los indios
naturales de la Amazonía estaban divididos –según el etnocentrismo del colono–
en dos grupos: los bautizados o "civilizados" y los
"salvajes". Eran reclutados a la fuerza y obligados a entregar cierto
número de arrobas de goma al mes con la amenaza añadida de torturas,
mutilaciones y demás vejaciones. En virtud de tales consideraciones, algunas
veces los caucheros extrajeron de sus tierras a nativos más sumisos y los
trasladaron hasta sus colonias de producción.
El sistema de
control de la fuerza laboral era cruel y desigual: el patrón sometía a los
nativos y los obligaba a trabajar en condiciones de esclavitud. En cada
barracón de trabajo había un capataz y, bajo su mando, un grupo de hombres
armados que ponían orden en el barracón y perseguían, castigaban o
neutralizaban cualquier amago de rebelión o huida. Dentro de estos
"ejércitos" había una figura peculiar: la de los
"muchachos", jóvenes nativos criados por los patrones que
desempeñaron un papel importantísimo de control, ya que estaban armados y
dominaban las lenguas y costumbres indígenas.
Otro aspecto
de la era del caucho lo constituyó el desplazamiento de los nativos, sacados de
sus tierras y llevados a convivir con otras etnias, a veces rivales entre si.
Sólo en la cuenca del Putumayo, durante la primera década del siglo XX,
murieron 40.000 indios de los 50.000 que antes vivieron allí.
MIGRACIÓN
INTERNA Y COLONIZACIÓN
Sin embargo,
la explotación del caucho trajo otra consecuencia insospechada hasta entonces:
la migración interna y la colonización de distintas zonas de montaña donde
pocos se habían aventurado antes. Con la extracción de la goma fue necesario
establecer zonas agrícolas para abastecer a los asentamientos. El Gobierno,
fomentó esta migración y corrió con parte de los gastos de los pasajes,
manutención temporal y con semillas para quienes fueran a las zonas señaladas.
La peruana fue superior en número a la inmigración extranjera, y se desplazó
principalmente de Rioja, Chachapoyas, Moyobamba, Tarapoto y Cajamarca.
3.FIEBRE DEL CAUCHO EN COLOMBIA
El sistema de
organización social del trabajo de la economía cauchera, debe entenderse en el
marco del desplazamiento desde zonas del Caquetá y el Putumayo hacia el oriente
colombiano, es decir, hacia la selva amazónica propiamente dicha. Éste
desplazamiento se da principalmente porque la deforestación en el Caquetá y en
el Putumayo redujeron las posibilidades de explotación gomífera, haciendo
apremiante la necesidad de buscar nuevos lugares donde explotar caucho negro. El
sistema de producción que se consolidaría en el Amazonas venía ya gestándose
desde antes, sin embargo solo allí encontraría las condiciones necesarias para
ser potenciado.
TRABAJO
INDÍGENA:
En primer
lugar, pese a que los indígenas no estaban programados mentalmente para pensar
en términos de acumulación de ganancias y de optimización del trabajo –términos
capitalistas-, sí estaban inmersos en una economía que no se regía por patrones
monetarios; todo lo contrario, ellos estaba acostumbrados al intercambio de
productos, y eso resultó enormemente provechoso para los “patrones” y
comerciantes que les daban herramientas y productos básicos de subsistencia
-los primeros-, y artículos o curiosidades de todo tipo -los segundos-, a
cambio del caucho que extraían; los intercambios monetarios se daban en un
porcentaje muy reducido.
Usualmente se
organizaban por unidades familiares de producción, y estaban a cargo de una
figura normalmente conocida como capitán, patrón, “aviador”, en fin, de
diversas formas; aquí le llamaremos “patrón” .Ésta figura se trataba de un
personaje que se endeudaba con su superior, pues éste le proporcionaba
artículos de subsistencia y herramientas de trabajo, que a su vez éste le
brindaba a los que extraían el caucho directamente. Cuando el caucho era
entregado al “patrón” como contraprestación por los artículos entregados, el
“patrón” pagaba su deuda con su superior, no sin antes asegurarse una ganancia
por haber sido el intermediario en éste proceso. En repetidas ocasiones algunos
“patrones” prestaban a otros patrones, y se formaba una cadena desde los
superiores hasta los extractores directos del caucho. Con esto, evidentemente,
los “patrones” se aseguraban un excedente en cada uno de los eslabones de la
cadena; en otras palabras, cada quien prestaba a unos valores mucho mayores de
los que le prestaban. Las casas comerciantes eran quienes iniciaban ésta
cadena, generalmente estaban ubicadas en los centros urbanos, muchas de ellas
en Neiva, y antes de la llegada de La Casa Arana su número era muy elevado; Roberto
Pineda cuenta 15 de ellas A estas casas era a donde llegaba el dinero
proveniente de la exportación, lo cambiaban por mercancías –alimentos,
vestuario, herramientas de trabajo- y procedía a prestarlo bajo la promesa de
recibir el caucho a cambio durante la época del año productiva. Comenzaba así
la cadena del “endeude”.
Tras conocer
el sistema de producción anteriormente descrito es posible inferir que todo el
trabajo y el peso de éste desorganizado sistema recaían sobre el indígena. Este
último tenía que pagar con el esfuerzo de su trabajo los excedentes que a los
“patrones”, por cuyas manos habían pasado un gran número de mercancías que a
los caucheros –en adelante se le denominará así a la mano de obra- llegaban, se
les ocurriera, pues no había un sistema para fijar los términos de los
préstamos. Aun si dicho sistema hubiera existido, en medio de la selva no había
pautas legislativas algunas que se respetaran, salvo las que imponía el
“patrón” a su antojo. Por cuenta de estas largas cadenas de “endeude” se hacía
cada vez más difícil que la comunicación sobre los precios internacionales
fluyera de forma eficiente, y por tanto es pertinente pensar en un alto grado
de desvinculación del mercado mundial de caucho con las condiciones internas de
producción y organización. Una prueba de ello es que es muy difícil saber la
forma según la cual valoraban los artículos que les entregaban a los indígenas
a cambio del caucho extraído, ya que las dinámicas que se manejaban allá, en el
interior de la selva amazónica, no eran reguladas de forma alguna por las casas
comerciantes, a las cuales tan sólo les importaba que el primer intermediario
–con el cual negociaban directamente- les entregara las existencias de caucho
que se habían pactado. A causa de ésta falta de organización, el trabajador
indígena vivía con una deuda casi de carácter perpetuo, pues ésta era, además,
la estrategia del “patrón” para mantener la sujeción de la mano de obra a sus
dominios, y evitar que escapara en búsqueda de mejores condiciones de vida.
Esta forma de
producción es descrita de forma clara por José Eustasio Rivera, tanto en su
libro La Vorágine, como en su informe al Ministro de Relaciones Exteriores.
Miremos un apartado de cada uno, para comprender la significación de este modo
de producción para la época en la que se dio: Le dice un “patrón” al señor
Arana sobre la visita de un hombre en busca de su hijo, y que está dispuesto a
pagar su deuda: “¡Señor Arana, voy a morir de pena! ¡Perdone usted! Este hombre
que está presente vino a pedirme un extracto de lo que está debiéndole a la
compañía; más apenas le enuncié el saldo, se lanzó a romper el libro, lo trató
a usted de ladrón y me amenazó con apuñalarnos” Sobre el informe:
CONFLICTOS
SOCIALES DE PRODUCCIÓN
Mucho hay que
decir respecto de las relaciones anormales de los patrones con los
trabajadores. Es un hecho que con los segundos se realiza hoy un comercio de
esclavitud, disfrazado pero real. Para demostrarlo, basta aludir a la manera
como se hace el enganche; el patrón los adquiere adelantándoles baratijas a
cuenta de trabajo futuro, con recargos que a veces pasan del quinientos por
ciento, y luego los obligan a trabajar donde le parezca para resarcirse del
desembolso, cosa que no sucede nunca, pues siempre tiene el cuidado de que le
estén debiendo. Otra forma de adquisición de personal consiste en el traspaso
que un empresario hace a otro de sus trabajadores vendiéndole las cuentas de
éstos aumentadas con una prima más o menos considerable, y sin que los hombres
objeto de este tráfico sean siquiera consultados previamente ni conozcan las
nuevas condiciones en que los adquiere el nuevo dueño. Estas descripciones
hechas por José Eustasio Rivera le dan sustento a las afirmaciones de que tras
la fachada del “endeude” se gestó en el Amazonas un régimen de esclavitud, que
saqueó y destruyó el medio natural . Este “régimen de esclavitud” estuvo
acompañado de toda una serie de formas de dominación, que se recrudecieron con
la llegada de la compañía de Julio César Arana del Águila. Desde un inicio el
uso de armas de fuego como medio de intimidación fue un elemento que les
permitió los “patrones” ir cooptando mano de obra indígena de manera
indiscriminada. Algunos indígenas querían poseer éstas armas para usarlas
contra sus enemigos, e incluso pensaron en los blancos que veían llegar como
aliados para ganar ventaja sobre sus enemigos ancestrales dentro de la selva.
La deuda perpetua ya mencionada era otra de estas formas de dominación. El
control del trabajo indígena también se fundamentaba en su ignorancia; los
indígenas muchas veces eran engañados e incluso embriagados para que entregaran
el caucho que extraían a un valor increíblemente bajo.
LA CASA ARANA EN COLOMBIA:
Con la
presencia de La Casa Arana en territorio colombiano, por cuenta del contrato
que firmaría en 1904 para establecer su compañía cauchera en el Amazonas
colombiano, la tendencia de la economía cauchera fue hacia la monopolización.
Para lograr esto, la compañía peruana se asoció con una compañía inglesa, con
la cual juntaría capitales para poder cooptar por completo la promesa de la
economía cauchera. Lo primero que esta compañía se propuso hacer fue eliminar a
todos los competidores locales; por ello, muchos productores independientes o
pertenecientes a casas comerciales pequeñas fueron objeto de persecución por
parte de la Casa Arana hasta que, finalmente, la actividad cauchera se encontró
casi que por completo en sus manos. La inversión que hace la compañía es
bastante generosa, sin embargo esto no pesó tanto en el éxito que tuvo los
primeros años como las duras formas de represión y control del trabajo que
implementó. Con la llegada de ésta compañía la dinámica que se venía
registrando -de expansión hacia zonas que aún no habían sido explotadas, porque
las anteriores ya se iban quedando sin recursos-, se mantuvo relativamente
igual, lo que cambiaron fueron los sistemas de dominación y control, no sólo
sobre el trabajo indígena –y en menor medida blanco- sino también sobre el territorio.
El desenlace
que vino tras ésta época de dominación cruenta fueron una serie de rebeliones
por parte de los indígenas. La más conocida de éstas es la rebelión de Atenas,
en la Amazonía colombiana, que tuvo lugar en 1917. Los indígenas se mantuvieron
en enfrentamiento armados durante varios días contra los delegados de la
compañía. La traición de algunos de los indios que le avisó a los “patrones”
–ya enviados y controlados por la Casa Arana- lo que los rebeldes tramaban, hizo
que la agencia principal de esta región se preparara para el levantamiento
armado; razón por la cual los indígenas sucumbieron ante en el fuego de los blancos.
4.LA FIEBRE DEL CAUCHO EN LA CULTURA
POPULAR
"manaos",
novela de Alberto Vázquez-Figueroa está ambientada en la amazonia brasileña de
la época de la fiebre del caucho.
"la
vorágine", novela del autor colombiano José Eustasio rivera está
ambientada en la amazonia colombiana narrando los padecimientos de los
caucheros y colonos que se internan en la jungla para explotar el látex, así
como los sufrimientos de los indios nativos considerados como "los
esclavos del caucho".
El abrazo de
la serpiente, película colombiana de 2015 dirigida por Ciro guerra ambientada
en la amazonia colombiana narra dos historias basadas en las memorias de los
científicos Theodor koch-grünberg y Richard Evans schultes quienes en distintos
tiempos respectivamente; 1909 y 1940, son guiados por karamakate, un chamán
último de su tribu en busca del yakruna, una planta difícil de conseguir y
durante los viajes se observa la explotación del caucho mostrando igualmente la
esclavitud de los nativos en la zona.

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