Contexto Social Epoca del Caucho (llegada de las dominicas) 


I.INTRODUCCIÓN:
Una expedición nunca antes vista llega al pequeño poblado de puerto Maldonado el 10 de julio de 1915.
Monseñor Zubieta siempre empeñado en llevar acabo empresas cargadas de la locura de dios es capaz de arrastrar corazones valientes como el de madre ascensión nicol y un pequeño grupo de religiosas dominicas quienes fieles a su compromiso de trabajar por las almas abandonan su vida de clausura para entregarse a nuevas ambiciones en los lugares más necesitados.
Puerto Maldonado era entonces una población recién creada era también una población donde había caucheros para explotar el caucho en la selva.
La llegada de las hermanas fue toda una novedad para puerto Maldonado. Una noticia que sorprendía mucho, que mujeres se arriesgaran a ese viaje peligroso y a la permanencia en la selva donde solo iban hombreas aguerridos para el negocio de la explotación del caucho.
 Monseñor Ramón Zubieta tras más de 10 años organizando las nuevas misiones en la amazonia peruana se convence de que estas no podrán cumplir su función plenamente si no cuentan con mujeres misioneras capaces de entregarse por la formación humana y espiritual de la mujer amazónica en todas las etapas de su vida Esta labor social y educadora se dirige especialmente a la mujer amazónica quienes sufrían una triple marginación por ser mujer indígena y pobre.
La Fiebre del Caucho constituyó una parte importante de la historia económica y social de países con territorios amazónicos, como Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador y, en menor medida, Venezuela. Esta fiebre está relacionada con la extracción y comercialización del caucho. Tuvo como centro a la región amazónica, disparando su proceso colonizador, atrayendo riqueza y causando transformaciones culturales y sociales, además de dar gran impulso a ciudades amazónicas como Iquitos en el Perú y en especial las ciudades brasileñas de Belém y Manaos.
La fiebre del caucho vivió su auge entre 1879 y 1912, experimentando, tiempo después, un renacimiento entre los años de 1942 y 1945. Se denomina caucho al jugo o látex de una variedad de plantas o árboles de gran tamaño
Fue en la selva amazónica donde se desarrolló la actividad extractora de caucho a partir del árbol del caucho o seringueira (en portugués), un árbol que pertenece a la familia de las Euphorbiaceae, también conocido como árbol de la fortuna. Los indios centroamericanos fueron los primeros en aprovechar las particulares propiedades del caucho natural. La primera fábrica de productos de caucho (bandas elásticas y suspensorios) surgió en la capital francesa, París, en el año de 1803.
La explotación del caucho ha dejado huellas profundas en las sociedades que fueron sometidas a trabajos forzados por los extractores. La drástica caída demográfica ha tenido efectos contundentes en su desestructuración social. La dureza de los tiempos y de la naturaleza, hizo menos aliviada y eso sí, más dolorosa la vida en los bosques amazónicos de Loreto. El caucho trajo prosperidad a los patrones caucheros, ~ 1 violencia, criminalidad y permanente prepotencia de parte de ellos, así como también esclavitud y explotación incesante en medio de la población indígena.
En ese contexto. Los indígenas no estaban al alcance de las Leyes peruanas; es decir que eran peruanos de clase y valor diferentes
Se desarrolló la época del caucho, el también llamado boom cauchero. Con sus virtudes, taras y otras complicaciones que dejó una profunda huella en la historia de nuestros pueblos.
¡Cuánto bien se hace Madre Mía, en nuestras misiones y qué cerca del cielo se siente el alma en esas apartadas regiones! Nunca me he sentido tan cerca de Dios como en mis 16 meses de montaña. Es cuando con más claridad he conocido que el Señor no se deja vencer en generosidad.”
 M. Ascensión Nicol.
II.EL AUGE DEL CAUCHO
La llegada de las hermanas fue toda una novedad para puerto Maldonado. Una noticia que sorprendía mucho, que mujeres se arriesgaran a ese viaje peligroso y a la permanencia en la selva donde solo iban hombreas aguerridos para el negocio de la explotación del caucho. (1)
La fiebre del caucho en el Perú, está teñida de sangre y pólvora, de gloria y abusos. La historia del caucho en el oriente peruano configuró el territorio actual y abrió los ojos a la administración de los gobiernos de turno, que poco o nada daba por esas extensas regiones verdes. Aquella época es posterior a las expediciones que llevaron a los conquistadores a ubicar el mítico El Dorado o un Paititi que encerraban incalculables tesoros; es también posterior al afán evangelizador de los misioneros que se internaron en la Amazonía para fundar centros poblados y "civilizar" a los "salvajes". El explorador que entró a la selva para extraer el caucho a fines del siglo XIX lo hizo con una imaginación libre de utópicas ciudades cubiertas de oro y sin una Biblia que justificara sus empresas.
 La explotación de una resina gomosa que se extraía de dos tipos de árboles de la selva amazónica generó el desarrollo repentino de la “fiebre del caucho”. Su gran demanda procedió de la aplicación del invento de la vulcanización a la industria, en particular la automotriz que requería ese insumo para sus neumáticos. Su explotación generó la migración de numerosos empresarios de fuerte espíritu aventurero procedentes de la Sierra del Perú, del Brasil y otros países. Numerosas colonias extranjeras se establecieron en la región. Esta nueva riqueza significó el crecimiento de Puertos Fluviales tanto en Brasil como en el Perú.
Tal fue el caso de Manaos e Iquitos que de ser pequeñas aldeas se convirtieron en importantes ciudades con mucho dinero, vida comercial muy intensa, llenas de lujos y mejor comunicadas con Europa que con sus propias naciones.
Esta riqueza fue pasajera, pues culminaría en 1919 debido a la expansión de plantaciones de jebe en el Asia y la obtención del caucho sintético, resultado de investigaciones químicas. En el plano político el auge del caucho promovió en 1897, el traslado de la capital de Loreto desde Moyabamba a Iquitos. En determinados momentos, el caucho llegó a significar el 20% de los ingresos totales del Estado Peruano. En este apogeo del caucho aparecieron empresarios peruanos como Julio C. Arana y Carlos Fermín Fitzcarrald, quienes amasaron grandes fortunas en muy poco tiempo. 
 Otro aspecto de la explotación cauchera se muestra en las correrias contra indios selváticos, realizadas en forma indiscriminada por los caucheros. Se organizaban tropas que buscaban a los indígenas para obligarlos a trabajar en la extracción del caucho en condiciones inhumanas. Estas prácticas fueron cuestionadas posteriormente por el parlamento irlandés Roger Cassement y merecieron la condena internacional de los caucheros peruanos.

III.CRIMENES Y VIOLENCIA DURANTE LA EPOCA DEL CAUCHO:
La explotación de gomas silvestres en el Perú apareció como actividad económica importante cuando el Estado hacía esfuerzos para promover la inmigración europea hacia su región amazónica, objetivo en el que había fundado sus esperanzas para poner en valor sus recursos. No obstante, sus afanes no fueron compensados con la inmigración masiva de colonos, ni con el incremento substancial de la producción agropecuaria.
El auge del caucho debe haber sido considerado, tanto por el gobierno, como por los extractores y comerciantes de entonces, como una aparición milagrosa por la posibilidad de generar ingresos mediante el sencillo expediente de recoger un producto del medio natural y venderlo en Europa y los Estados Unidos.
Un fabricante y comerciante de sombreros de la provincia de Rioja (región de San Martín) llamado Julio César Arana, aprovechando del auge empezó a llevar sus productos por los ríos de la selva baja. De esta manera comenzó una carrera en el negocio de las gomas silvestres que tendría un ascenso vertiginoso. Se inició como acopiador del producto que luego vendía a las casas exportadoras ubicadas en Iquitos, pero antes de que terminara el siglo XIX dio dos saltos importantes.
Al servicio de la Casa Arana (2)
Los historiadores Gabel Sotil García y Humberto Morey Alejo, comentan que en las crónicas de los misioneros de los XVII y XVIII se habla que los indígenas jugaban con unas bolas que rebotaban debido a su elasticidad; eran bolas de caucho con las que pasaban momentos de recreación. Con ese mismo látex, los indios preparaban muchos objetos utilitarios de uso doméstico. Jamás se imaginarían estos hombres y mujeres que este producto natural, un par de siglos más tarde, sería la causa de muchos sufrimientos y de grandes desgracias para sus pueblos.
Las cualidades del caucho, cuyas características como la elasticidad, la impermeabilidad y la virtud de ser aislante de la electricidad, comenzó a industrializarse. Se manufacturaron en diversas maneras y productos. Pero los científicos no lograron perfeccionar su transformación sintética. Los trabajos de laboratorio no dieron resultados favorables debido a su poca durabilidad y su resecamiento ante el calor.

Pero fue el científico Charles Goodyear, en 1839, que descubre el proceso de vulcanización del caucho, que consiste en mezclar con azufre mediante calor, lo que da más elasticidad, durabilidad, resistencia y mayor uso. Así, con este descubrimiento comienza a florecer la industria cauchera y la demanda de la materia prima que se encuentra en los bosques de la Amazonía con su consiguiente secuela de depredación, crímenes y abusos. Allí también aparecen los grandes caucheros, llegados de aquí de diferentes puntos del Perú y de todo el mundo.

Lo que caracterizó a esta llamada época del caucho, fue la contradictoria coordinación entre dos formas históricas: la del pre capitalismo y la del capitalismo. Se establecería una relación entre formas de producción elementales y de formas de trabajos feudales y esclavistas, con la industria moderna de los países desarrollados. Este fenómeno desfasado entre el mundo desarrollado y subdesarrollado se acentuó en los años de 1880 a 1914, lapso que duró este proceso extractivo-mercantil”.

Durante ese periodo, el indígena fue un elemento importante, decisivo diría yo para el proceso de extracción. Fue la mano de obra barata y hasta gratuita, útil hasta el nivel de indispensable, casi siempre debido a que era el único que conocía la zona y podría localizar los árboles de jebe, así como subsistir mucho más tiempo en el interior de los bosques.
Los indígenas no estaban al alcance de las Leyes peruanas; es decir que eran peruanos de clase y valor diferentes. Casi todas las naciones étnicas de la Amazonía aún mantenían sus culturas ancestrales en las que ni siquiera existió alquiler del tiempo para el trabajo a cambio de una paga de dinero. Los pequeños, medianos y grandes caucheros de la época compraban materia prima a precios bajos y la vendían a precios altos.

“La explotación del caucho hizo integrar a la región con el capitalismo internacional, en momentos en que la integración con el resto del país era muy débil. Para la clase de poder de Iquitos, Liverpool o cualquier ciudad europea quedaba más cerca que la ciudad de Lima.”

Pero la dureza de los tiempos y de la naturaleza, hizo menos aliviada y -eso sí-, más dolorosa la vida en los bosques amazónicos de Loreto. El caucho trajo prosperidad a los patrones caucheros, violencia, criminalidad y permanente prepotencia de parte de ellos, así como también esclavitud y explotación incesante en medio de la población indígena. (3)
El primero fue consecuencia de su asociación, en 1890, con el comerciante colombiano Juan V. Vega y, el segundo, la fundación, en 1896, de la firma  que consolidó su posición como único habilitador en la zona del Putumayo. En 1901 fundó la firma “Arana, Larrañaga y Compañía”, en sociedad con el cauchero colombiano Benjamín Larrañaga y, a su muerte, compró sus acciones a su hijo Rafael Larrañaga, en 1905
Poco después Arana viajó a Londres para buscar capitales en Gran Bretaña. El 27 de septiembre de 1907 creó la empresa “Peruvian Amazon Rubber Company”, con un capital de un millón de libras esterlinas. Su intención por constituir a su empresa como británica, además de captar nuevos capitales, tenía como objetivo dejar a salvo sus intereses en caso que la contienda del territorio donde él operaba (entre el Putumayo y el Caquetá), por entonces en disputa con Colombia, se resolviera en favor de este país.
La obtención de mano de obra para trabajar en la empresa era un tema central. Para resolverlo Arana encargó a su socio Abel Alarco que viajara a la isla caribeña de Barbados para conseguir gente. Allí recluto cerca de 200 barbadenses para supervisar la recolección de gomas. Los extractores directos fueron indígenas de la región, en especial, boras, huitotos, ocainas, andoques y resígaros. El sistema de trabajo se basada en la habilitación, es decir, en la entrega de productos industriales a los indígenas que ellos debían pagar con gomas. Los indígenas que mostraban su disconformidad con el sistema comenzaron a ser castigados y los que osaron rebelarse fueron bárbaramente asesinados. Como los jefes de estaciones gomeras ganaban un porcentaje sobre el caucho recolectado, ellos impusieron condiciones cada vez más duras a los indígenas. La situación llegó a convertirse en un verdadero régimen de terror, con castigos físicos (uso del cepo, flagelaciones, mutilaciones) que causaron miles de muertes.
Los cálculos de Arana para convertir su empresa en británica le salieron mal. No solo no le sirvieron para salvar sus intereses en la región, sino que, debido a que las denuncias comprometían, a la vez, a una empresa registrada en Londres y a súbditos británicos, como eran los barbadenses, el Parlamento Británico ordenó una investigación.
La historia que sigue es el proceso de investigación ordenado por el Parlamento Británico y también por el gobierno peruano. Del primero dan cuenta los informes elaborados por Roger Casement (2012) y, sobre el segundo, los redactados por los jueces peruanos Valcárcel (2004) y Paredes (2010). Estos dos jueces son figuras que actuaron con valentía y dignidad en un proceso lleno de mentiras y amenazas de los caucheros. Sin embargo, nunca se llegó a sancionar a ninguno de los implicados en las atrocidades del Putumayo, quienes huyeron antes de ser capturados. Arana quedó como una persona “que no sabía” lo que pasaba en la región y es aún hoy considerado por muchos en el Perú como una especie de héroe civilizador y patriota defensor de la frontera.
La salvación para los indígenas de la región fue la pérdida de interés del mercado mundial por las gomas naturales. Este hecho no se debió, sin embargo, a las investigaciones que se iniciaron para determinar la responsabilidad de los gerentes y capataces de la empresa en las torturas y asesinatos de indígenas. La verdadera causa de la caída del precio de las gomas fue la entrada en producción de las plantaciones que Gran Bretaña había establecido en sus colonias del sudeste asiático, con semillas robadas en Santarem (Brasil) por un personaje especialmente encargado para este fin: Henry Wickham, quien por este hecho recibió luego el título de Sir por parte de la Corona Británica. El mayor volumen de producción ofertado por esas plantaciones y la mayor facilidad para cosechar las gomas fueron las causas de esta caída del precio del caucho amazónico. En efecto, en 1914 las plantaciones eran de alrededor de 1’200.000 hectáreas y producían más caucho que los bosques naturales. Ese año las gomas de plantación representaron el 60.4% del total mundial, porcentaje que llegó al 89.3% en 1920 y al 93.1% en 1922 (A partir de entonces, los pueblos indígenas afectados por la explotación de las gomas silvestres serían protagonistas de nuevos procesos, en nuevos escenarios.
EL TRASLADO DE POBLACIÓN HACIA PERÚ
La explotación del caucho ha dejado huellas profundas en las sociedades que fueron sometidas a trabajos forzados por los extractores. La drástica caída demográfica ha tenido efectos contundentes en su desestructuración social. Se calcula que al comienzo de la explotación del caucho existían en la región del Putumayo alrededor de 50 000 personas pertenecientes a los pueblos Huitoto, Bora, Ocaina, Resígaro y Andoque, entre los principales. Actualmente esa población no llega a 10 000 almas
Cuando la Peruvian Amazon Company aún no terminaban de asimilar el impacto de la caída de precios del producto en el que había basado su prosperidad, hecho que por supuesto afectó no sólo a Perú sino a la totalidad de países de la región amazónica(1), las pugnas que enfrentaban a Perú con Colombia por la posesión de los territorios comprendidos entre las márgenes izquierda del Putumayo y derecha del Caquetá, se resolvieron a favor de éste mediante el tratado de límites Salomón-Lozano, suscrito en 1922, durante el gobierno del presidente Augusto B. Leguía, y ratificado por el Congreso nacional recién en 1928. Este acuerdo fue duramente criticado por una serie de instituciones nacionales, como el Colegio de Abogados (1933), y de personalidades, como el juez Carlos A. Valcárcel (1931), quienes, entre otras consideraciones, cuestionaron que mediante el tratado se había entregado a Colombia más de lo que había reclamado en un primer momento, como fue el caso del llamado “trapecio amazónico”, donde se ubica Leticia, lo que le permitió a este país tener acceso directo al Amazonas.
El tratado no trajo la paz sino que atizó los conflictos políticos internos y, sobre todo, las confrontaciones armadas externas entre Perú y Colombia de una manera mucho más intensa que las que se había dado en épocas anteriores. El descontento nacional por la firma del acuerdo y, en general, por la conducción política del país, se expresó en la Revolución de Arequipa, del 22 de agosto de 1930, encabezada por el coronel Luis Sánchez Cerro, quien depuso al presidente Leguía. El Manifiesto Revolucionario avivó el sentimiento patrio y motivó la formación de la Junta Patriótica en Loreto. El 1º de setiembre de 1932 un grupo de civiles y miembros del Ejército residentes en Caballococha y la misma Leticia tomaron este poblado con el fin de reintegrarlo al dominio nacional, al igual que la totalidad del Trapecio Amazónico. Esto encendió la chispa de una serie de enfrentamientos armados. El último de ellos tuvo lugar en Puca Urco, aguas abajo de la desembocadura del río Algodón en el Putumayo, en mayo de 1933. Finalmente, el 24 de mayo de 1934 ambos países firmaron el Protocolo de Amistad y Cooperación, reconociendo los términos del tratado Salomón-Lozano
Este recuento histórico sobre los enfrentamientos entre ambos países en la zona del Putumayo es importante para comprender el contexto en que se produjo el traslado de la población indígena desde Colombia hasta el Perú. Como es usual en los relatos históricos, cada fuente se refiere a los acontecimientos desde su propia perspectiva nacional y, más concretamente, desde sus propios intereses. Entre las cuestiones objetivas que puedo rescatar de esas narraciones, me quiero referir ahora solo a dos de ellas: que el traslado se produjo en medio de serios enfrentamientos armados entre los dos países y que el interés principal fue por el control de la mano de obra indígena.
Según diversas fuentes, en 1924, es decir, dos años después de la firma del tratado de límites, algunos altos empleados de la Peruvian Amazon Company comenzaron a trasladar población indígena, principalmente boras, huitotos y ocainas, y también unos pocos resígaros y andokes sobrevivientes de la barbarie cauchera, hacia el Perú. Los autores principales de esta reubicación fueron los hermanos Carlos y Miguel Loayza, este último, ex jefe de una de la sección gomera de la Peruvian Amazon Company. Ellos necesitaban mano de obra para la producción agropecuaria y extracción de nuevos productos del bosque que habían ido cobrando importancia económica en el mercado internacional, como la explotación de maderas y resinas.
Los caucheros, todos o casi todos, fueron protagonistas de increíbles episodios. La historia inscribe nombres notables como los de Carlos Fermín Fitzcarrald López (1862-1897) y Julio César Arana del Águila (1864-1952), como los más crueles.
De Arana se dice que fue el responsable de maltratos y muertes de más de 20,000 nativos y se escribe que fue a manos de ingleses, que “hacían el rol de crueles esbirros y esto era curiosamente evidente, pues los guardias barbadenses, eran ingleses, aunque de segunda categoría, pero súbditos de la Corona de Inglaterra.”
Estos maltratos y crímenes fueron causa de una escandalosa denuncia del ingeniero norteamericano Walter Hardenburg, quien dijo ser testigo del genocidio permanente que se cometía en los fundos caucheros de la Casa Arana en el río Putumayo, de los secuestros y violaciones y de la explotación esclavista. En Iquitos, en febrero de 1,908, hace ya casi un siglo, escapando de los esbirros de Arana denunció todo lo que había visto. Situación que es cuestionable viniendo de Hardenburg debido a la trayectoria de su vida y el triste final de su existencia.

IV. LOS ABUSOS PERSISTEN EN LA MEMORIA Y EN LOS MITOS
Para los pueblos indígenas de la Amazonía, la época del caucho fue un periodo histórico particularmente traumático.
La expansión de la manufactura industrial comercial en Europa y Estados Unidos en el siglo XIX desató una bonanza económica en América del Sur al crear un apetito voraz para caucho para tubos, llantas, cinturones y otros usos. Las ciudades de Manaus y Belém, en Brasil, e Iquitos, en la Amazonía peruana, todavía reflejan las fortunas ganadas al final del siglo XIX, antes de que algunos viajeros británicos llevaran semillas de la planta del caucho a su país. Se sembraron las semillas allí y se llevaron los plantones al Asia, donde se establecieron grandes plantaciones.
Sin embargo, las fortunas se debían al trabajo forzoso y la esclavitud. Miles de hombres, mujeres, niños y niñas murieron en el trabajo o fueron asesinados por los capataces por no entregar su cuota de látex o por rebelarse.
Uno de los empresarios del caucho más brutales fue el peruano Julio César Arana, quien forjó un imperio por el Río Putumayo durante la primera década del siglo XX, aprovechando de la ausencia de la ley en un área donde la frontera entre el Perú y Colombia era borrosa. Relatos de violaciones, torturas y matanzas de trabajadores indígenas finalmente llegaron a Inglaterra, donde la empresa de Arana estaba registrada. Bajo presión de los medios y de una organización de derechos humanos allí, una investigación fue abierta por el diplomático Roger Casement.
El informe demoledor de Casement, entregado a la oficina de Relaciones Exteriores de su país en el año 1911, generó otra investigación en Inglaterra, porque tres de los directores de la empresa fueron ingleses, pero tuvo poco impacto en el Perú, donde la mayoría de los abusos quedaron impunes.
Al final, lo que puso fin a la fiebre del caucho en esta región del mundo fue la economía. Las plantaciones en Asia empezaron a producir más látex a un costo más bajo, y el "boom" en la Amazonia entró en declive. Sin embargo, la producción del caucho y el abuso a los trabajadores indígenas seguía en la Amazonia peruana por unas décadas más, hasta mediados del siglo XX.
Algunos comuneros kukama en el bajo Marañón trabajaban el caucho hasta los años 50 y 60. No fue un trabajo esclavo, pero los habilitaron los patrones en el área que ahora es la Reserva Nacional Pacaya-Samiria, un área enorme de humedales y bosques estacionalmente inundados en la región de Loreto que forma parte del sistema nacional de áreas protegidas.
Aunque ellos no vivían el auge de la época del caucho, cuando Arana reinaba, la memoria colectiva sigue viva en los relatos que ellos escucharon de sus padres y abuelos, y en mitos como el del tigre negro.
Aun ahora, cuando los descendientes de las víctimas cuentan de las torturas, violaciones y matanzas perpetradas por los empresarios del caucho, se les caen las lágrimas, según Stefano Pau, un estudioso de literatura y cultura latinoamericano de la Universidad de Cagliari en Italia. Pau ha recopilado historias y mitos de esa época en Nauta y en comunidades en el Río Ampiyacu, afluente del Amazonas en el Perú.
Además de la historia del tigre negro, que refleja la crueldad de los empresarios del caucho, los relatos que se han recopilado contienen otras imágenes de esa época que se han entretejido con el mundo espiritual kukama, conectando el pasado con los eventos de coyuntura en el Marañón. (4)
Esos barcos todavía aparecen en lugares donde se despachaba el caucho en embarcaciones o donde se llevaba a cabo alguna otra actividad relacionada con el caucho. El mito volvió a cobrar relevancia con la llegada de las embarcaciones petroleras y los cruceros turísticos que transitan por el río..
Otro tema que se repite es el del bufeo colorado, que toma la forma de un hombre de tez clara, vestido de botas y sombrero. Aparece en las comunidades, enamora a las mujeres y las deja embarazada.
Aunque algunos mitos del bufeo colorado son más antiguos, esta versión tiene sus raíces en la época cuando los hombres pasaban meses en el bosque, dejando a sus mujeres e hijos en las comunidades, a la merced del patrón. Si un hombre volvía a casa y encontraba a un niño que no era su hijo, se le echaba la culpa del embarazo al bufeo colorado.
“Yo he visto cómo llegaron a los puertos de la comunidad y encontraron a mi tía y a mis primas lavando en el río, ahí las agarraron y las violaron a mis primas y a su madre, yo estaba viendo escondido desde un árbol de guayaba”, 
 Muchas de las mujeres y niñas que vivían esta violencia aún viven, son madres y abuelas, pero nunca se han escuchado sus historias. No se ha hecho nada para reconciliar el pasado o sanar esas heridas, y sus hijas y nietas muchas veces sufren una agresión sexual similar cuando dejan sus comunidades y viajan a las ciudades a trabajar como empleadas del hogar, a veces en las casas de los descendientes de los patrones.
En el 2012, a un siglo del informe de Roger Casement, el gobierno colombiano oficialmente pidió perdón por las atrocidades cometidas en La Chorrera, en el corazón del imperio de Arana, ubicado en territorio que ahora pertenece a Colombia.

Sin embargo, las disculpas no llegaron a los oídos de muchas de las personas cuyas vidas siguen siendo marcadas por el desplazamiento, y la discriminación y el trato humillante persisten. El turismo sexual infantil, las permanentes contaminaciones por derrames de petróleo, la apropiación de sus territorios, entre otras cosas, son la expresión de que esa época de dolor y de explotación no ha terminado.
La frontera de bosque espeso entre el Perú y Brasil tiene la mayor concentración de pueblos en aislamiento—tribus que generalmente evitan contacto con personas foráneas—en el mundo. Muchos son descendientes de personas que huyeron hacia las cabeceras para escapar el genocidio desatado por los patrones del caucho.
A pesar de un cierto nivel de reconocimiento de la tragedia de parte de los funcionarios del gobierno y hasta en la literatura—la novela El Sueño del Celta, del autor peruano Mario Vargas Llosa se basa en la historia de Casement—ha habido poco reconocimiento de la dimensión moral de la época del caucho y sus secuelas.
Algunas activistas de derechos indígenas también reclaman reparaciones por la violencia, una idea todavía incipiente según Victoria Tauli-Corpuz, relatora especial de la ONU para los derechos de los pueblos indígenas.
Durante una visita oficial a Brasil en marzo del 2016, Tauli-Corpuz recomendó una investigación nacional de la situación de los pueblos indígenas. Una investigación de esa naturaleza permitiría explorar no solo la situación actual de los pueblos indígenas, sino también las raíces estructurales e históricas de los problemas que enfrentan, según Tauli-Corpuz.
La generación que mantiene vivas estas memorias se nos va. Mi padre tiene ahora 98 años, y algunas de las personas que nos contaron sus historias en los últimos años han fallecido. Cuando los jóvenes leen de esas décadas en sus textos de historia, aprenden nombres y fechas, pero no aprenden la profundidad del horror que afectó, y que sigue afectando a sus abuelos, sus padres y ellos mismos.
Es importante seguir escuchando a la gente mayor, mujeres y hombres, sus testimonios en primera persona. Sin embargo, también hay que asegurar que estas historias, tanto los relatos de eventos como los mitos, lleguen a la gente joven, pues muchos jóvenes de hoy no comprenden por qué aun tanta humillación, tanto insulto y tanta exclusión hacía los pueblos, hacia la gente.
“Convertir la historia en mito no es simplemente reiterar los hechos, sino tiene que ver con la dimensión moral", según Hill. Con estos relatos, las personas "ya no se entienden a sí mismas como meros descendientes de ancestros míticos. Son gente descendida de los sobrevivientes de un pasado histórico traumático".
V.LA FIEBRE DEL CAUCHO EN OTROS PAISES
1.FIEBRE DEL CAUCHO EN EL BRASIL
La primera fiebre del caucho en Brasil:
Tras el descubrimiento de América, la Amazonia brasilera se mantuvo en estado de aislamiento durante los primeros cuatro siglos y medio, pues no poseía importantes vetas de oro u otro mineral que se revalorizó en el mercado mundial, generando ganancias y dividendos a cualquiera que se aventurase en este negocio.
Desde inicios de la segunda mitad del siglo XIX, el caucho comenzó a ejercer una fuerte atracción sobre emprendedores visionarios. La actividad extractiva del látex en la Amazonia se tornó de inmediato en una actividad muy lucrativa. El caucho natural conquistó un lugar destacado en las industrias de Europa y Norteamérica, alcanzando un elevado precio. Esto desencadenó la llegada de extranjeros a Brasil, que venían con la intención de conocer el famoso árbol del caucho y los métodos de extracción, con el fin de obtener ganancias con este nuevo negocio. Debido a la extracción del caucho, se desarrollaron las ciudades de Manaus, Belém y otras poblaciones brasileñas, que en poco tiempo y debido a la riqueza que trajo el caucho se transformaron en ciudades.
EL PROYECTO DE LA LÍNEA FÉRREA
La Fiebre del caucho justificó la construcción del Ferrocarril Madeira-Mamoré.
La idea de construir un ferrocarril en las márgenes de los ríos Madeira y Mamoré surgió en Bolivia en el año de 1846. Como este país no tenía vías para sacar la producción de caucho a través de su territorio, era necesario crear alguna alternativa que permitiera exportar el caucho a través del Océano Atlántico. La idea inicial, optaba por la vía de la navegación fluvial, subiendo por el río Mamoré en territorio boliviano y después por el río Madeira en Brasil. Pero el recorrido tenía grandes obstáculos naturales: veinte cascadas impedían la navegación. Entonces se comenzó a pensar en la construcción de una línea férrea que cubriese por tierra el trecho fluvial problemático.
TERRITORIO DEL ACTUAL ESTADO DE ACRE EN BRASIL.
Pero la desmedida extracción descontrolada del caucho estaba en vías de causar un conflicto internacional. Los trabajadores brasileños se adentraban cada vez más en las selvas del territorio peruano, en busca de nuevos árboles de caucho para extraer el precioso látex, generando conflictos y luchas por cuestiones fronterizas a finales del siglo XIX, que incluso llegaron a requerir la presencia militar.
La República Brasileña denominada actualmente vieja república, recién proclamada, sacaba el máximo provecho de las riquezas obtenidas con la venta del caucho, pero preocupaba mucho la Cuestión del Acre, como estaban siendo conocidos los conflictos fronterizos por causa de la extracción del caucho.
Fue entonces cuando la providencial e inteligente intervención del diplomático Barón del Rio Branco y del embajador Assis Brasil, en parte financiados por los magnates del caucho, culminó en la firma del Tratado de Petrópolis, llevada a cabo el 17 de noviembre de 1903 durante el gobierno del presidente Rodríguez Alves. Este tratado puso fin a la contienda con Bolivia, garantizando el control y posesión por parte de Brasil de las tierras y selvas del Acre.
Brasil obtuvo el dominio definitivo de la región, dando a cambio tierras del estado de Mato Grosso y el pago de dos millones de libras esterlinas, bajo el compromiso de construir una línea férrea que superase el difícil trecho del río Madeira y que permitiese el libre acceso de mercaderías bolivianas (siendo el caucho la principal), a los puertos brasileños del Atlántico (inicialmente Belém do Pará, en la desembocadura del río Amazonas).
Debido a este episodio histórico, resuelto pacíficamente, la capital de Acre recibió el nombre de Rio Branco y dos municipios el nombre de dos importantes personajes: Assis Brasil y Plácido de Castro.
LA CUESTIÓN DEL ACRE DESDE LA POSICIÓN PERUANA
El territorio peruano se extendía hasta el río Madeira en Brasil. Sin embargo, entre 1867 y 1909, todo el territorio del Acre pasó al Brasil sin librarse batalla. Los presuntos derechos del Brasil sobre esa extensa zona se remontan a que, en 1867, el presidente boliviano Mariano Melgarejo había cedido territorios peruanos a Brasil –como si fueran del país altiplánico– y lo hizo nuevamente en 1889 por el Tratado de Petrópolis, luego de una larga guerra fronteriza de casi 30 años. Desde entonces Brasil quiso poseer por la fuerza dichas tierras, deseando extenderse inclusive hasta el río Purús, río Yurúa, río Ucayali y Río Itaya.
El 25 de octubre de 1902, la guarnición peruana de Amuheya rechazó a un destacamento brasileño que le exigía abandonar su puesto. En 1903, una lancha con personal peruano del comisariado de Chandles fue tiroteada en el Acre. En 1904, el coronel brasileño José Ferreira arribó al río Santa Rosa, afluente del Purús, y saqueó caucho y siringa a extractores peruanos. En noviembre de ese año, la guarnición de Amuheya se rindió ante fuerzas brasileras superiores después de dos días de combates. Considerando imposible defender militarmente la región, la pérdida peruana se hizo efectiva por el Tratado Velarde-Rio Branco de 1909 y se acordó un recorte territorial complementario con el Tratado Polo-Sánchez Bustamante, también de 1909.
Apogeo, refinamiento y lujo
La fiebre del caucho convirtió las ciudades amazónicas en prósperos centros económicos y culturales. Teatro Amazonas de la ciudad de Manaus.
2.FIEBRE DEL CAUCHO EN EL PERÚ
En 1885, empezó la época del auge del caucho (aunque su explotación se realizaba ya desde tiempo atrás), producto cuya exportación aumentó año tras año hasta 1915, en que se registraron 3.029 toneladas métricas. Esta bonanza no volvería a repetirse. Iquitos experimentó durante aquellos años un auge y una prosperidad sin precedentes, bonanza que también alcanzó a otras ciudades como Tarapoto, Moyobamba, Pucallpa, Lamas y Leticia (en ese momento aun era peruana). Los patrones derrochaban el dinero que habían ganado y construían lujosas viviendas para las que importaban materiales desde Alemania y otros países de Europa. Se impuso la moda europea y los caucheros vestían con las mejores telas y bebían los más finos licores. Muchas de las construcciones que aún se conservan en Iquitos dan testimonio del efímero período de abundancia y de improvisadas fortunas que, al final de cuentas, se esfumaron con la misma facilidad con que se habían formado a costa de tantas vidas, abusos y sacrificios.
La fiebre del caucho en el Perú, está teñida de sangre y pólvora, de gloria y abusos. La historia del caucho en el oriente peruano configuró el territorio actual y abrió los ojos a la administración de los gobiernos de turno, que poco o nada daba por esas extensas regiones verdes. Aquella época es posterior a las expediciones que llevaron a los conquistadores a ubicar el mítico El Dorado o un Paititi que encerraban incalculables tesoros; es también posterior al afán evangelizador de los misioneros que se internaron en la Amazonía para fundar centros poblados y "civilizar" a los "salvajes". El explorador que entró a la selva para extraer el caucho a fines del siglo XIX lo hizo con una imaginación libre de utópicas ciudades cubiertas de oro y sin una Biblia que justificara sus empresas.
LOS CAUCHEROS:
Barones del caucho de diferentes nacionalidades afincados en Iquitos, Perú.
El cauchero peruano no sólo fue un empresario dedicado a la extracción del látex; también fue un equivalente del minero en la frontera estadounidense, una suerte de ley en una tierra sin leyes, y muchas veces el defensor de la soberanía y la integridad territorial ante las aspiraciones expansionistas de los vecinos brasileños, colombianos y ecuatorianos. De hecho, eran conocidas las pretensiones brasileras que consideraban que el entonces imperio del Brasil sólo sería una potencia mundial si lograba una salida al Pacífico.
Iquitos, fundada en 1757, por los jesuitas y convertida en capital del departamento de Loreto por el mariscal del ejército del Perú Ramón Castilla y Marquezado, en 1864, fue el centro cauchero de la selva peruana y el primer puerto fluvial en el río Amazonas peruano. Desde allí se comercializaba con Manaos, en Brasil. Desde 1880, con el auge del caucho, la ciudad inició su expansión. Llegó a contar con colonias de portugueses, españoles, judíos, chinos, y hasta nueve consulados en aquella época. Iquitos gozó de años dorados en los que la riqueza que trajo el oro blanco dejó muestras del esplendor en mansiones y en edificios de estilo morisco, como la Casa de Fierro, diseñada por el ingeniero Gustav Eiffel.
En un sentido que la historia ha mandado a revaluar, el cauchero fue un conquistador moderno, un explorador que sin Biblia ni Dorado ni Paititi gobernó una tierra indómita, descubrió en ella un atractivo desconocido y la convirtió en una región apetecible que hoy sigue ofreciendo infinitas posibilidades y riquezas en diversas formas. Desde una mirada más completa, debemos admitir que el negocio del caucho, si bien muy prolífico en términos económicos, impulsó excesos condenables que perjudicaron a cientos de miles de individuos e hirieron, tal vez para siempre, la diversidad cultural de la especia humana.
FUERZA LABORAL:
Plaza de Armas de Puerto Maldonado.
Los indios naturales de la Amazonía estaban divididos –según el etnocentrismo del colono– en dos grupos: los bautizados o "civilizados" y los "salvajes". Eran reclutados a la fuerza y obligados a entregar cierto número de arrobas de goma al mes con la amenaza añadida de torturas, mutilaciones y demás vejaciones. En virtud de tales consideraciones, algunas veces los caucheros extrajeron de sus tierras a nativos más sumisos y los trasladaron hasta sus colonias de producción.
El sistema de control de la fuerza laboral era cruel y desigual: el patrón sometía a los nativos y los obligaba a trabajar en condiciones de esclavitud. En cada barracón de trabajo había un capataz y, bajo su mando, un grupo de hombres armados que ponían orden en el barracón y perseguían, castigaban o neutralizaban cualquier amago de rebelión o huida. Dentro de estos "ejércitos" había una figura peculiar: la de los "muchachos", jóvenes nativos criados por los patrones que desempeñaron un papel importantísimo de control, ya que estaban armados y dominaban las lenguas y costumbres indígenas.
Otro aspecto de la era del caucho lo constituyó el desplazamiento de los nativos, sacados de sus tierras y llevados a convivir con otras etnias, a veces rivales entre si. Sólo en la cuenca del Putumayo, durante la primera década del siglo XX, murieron 40.000 indios de los 50.000 que antes vivieron allí.
MIGRACIÓN INTERNA Y COLONIZACIÓN
Sin embargo, la explotación del caucho trajo otra consecuencia insospechada hasta entonces: la migración interna y la colonización de distintas zonas de montaña donde pocos se habían aventurado antes. Con la extracción de la goma fue necesario establecer zonas agrícolas para abastecer a los asentamientos. El Gobierno, fomentó esta migración y corrió con parte de los gastos de los pasajes, manutención temporal y con semillas para quienes fueran a las zonas señaladas. La peruana fue superior en número a la inmigración extranjera, y se desplazó principalmente de Rioja, Chachapoyas, Moyobamba, Tarapoto y Cajamarca.
3.FIEBRE DEL CAUCHO EN COLOMBIA
El sistema de organización social del trabajo de la economía cauchera, debe entenderse en el marco del desplazamiento desde zonas del Caquetá y el Putumayo hacia el oriente colombiano, es decir, hacia la selva amazónica propiamente dicha. Éste desplazamiento se da principalmente porque la deforestación en el Caquetá y en el Putumayo redujeron las posibilidades de explotación gomífera, haciendo apremiante la necesidad de buscar nuevos lugares donde explotar caucho negro. El sistema de producción que se consolidaría en el Amazonas venía ya gestándose desde antes, sin embargo solo allí encontraría las condiciones necesarias para ser potenciado.
TRABAJO INDÍGENA:
En primer lugar, pese a que los indígenas no estaban programados mentalmente para pensar en términos de acumulación de ganancias y de optimización del trabajo –términos capitalistas-, sí estaban inmersos en una economía que no se regía por patrones monetarios; todo lo contrario, ellos estaba acostumbrados al intercambio de productos, y eso resultó enormemente provechoso para los “patrones” y comerciantes que les daban herramientas y productos básicos de subsistencia -los primeros-, y artículos o curiosidades de todo tipo -los segundos-, a cambio del caucho que extraían; los intercambios monetarios se daban en un porcentaje muy reducido.
Usualmente se organizaban por unidades familiares de producción, y estaban a cargo de una figura normalmente conocida como capitán, patrón, “aviador”, en fin, de diversas formas; aquí le llamaremos “patrón” .Ésta figura se trataba de un personaje que se endeudaba con su superior, pues éste le proporcionaba artículos de subsistencia y herramientas de trabajo, que a su vez éste le brindaba a los que extraían el caucho directamente. Cuando el caucho era entregado al “patrón” como contraprestación por los artículos entregados, el “patrón” pagaba su deuda con su superior, no sin antes asegurarse una ganancia por haber sido el intermediario en éste proceso. En repetidas ocasiones algunos “patrones” prestaban a otros patrones, y se formaba una cadena desde los superiores hasta los extractores directos del caucho. Con esto, evidentemente, los “patrones” se aseguraban un excedente en cada uno de los eslabones de la cadena; en otras palabras, cada quien prestaba a unos valores mucho mayores de los que le prestaban. Las casas comerciantes eran quienes iniciaban ésta cadena, generalmente estaban ubicadas en los centros urbanos, muchas de ellas en Neiva, y antes de la llegada de La Casa Arana su número era muy elevado; Roberto Pineda cuenta 15 de ellas A estas casas era a donde llegaba el dinero proveniente de la exportación, lo cambiaban por mercancías –alimentos, vestuario, herramientas de trabajo- y procedía a prestarlo bajo la promesa de recibir el caucho a cambio durante la época del año productiva. Comenzaba así la cadena del “endeude”.
Tras conocer el sistema de producción anteriormente descrito es posible inferir que todo el trabajo y el peso de éste desorganizado sistema recaían sobre el indígena. Este último tenía que pagar con el esfuerzo de su trabajo los excedentes que a los “patrones”, por cuyas manos habían pasado un gran número de mercancías que a los caucheros –en adelante se le denominará así a la mano de obra- llegaban, se les ocurriera, pues no había un sistema para fijar los términos de los préstamos. Aun si dicho sistema hubiera existido, en medio de la selva no había pautas legislativas algunas que se respetaran, salvo las que imponía el “patrón” a su antojo. Por cuenta de estas largas cadenas de “endeude” se hacía cada vez más difícil que la comunicación sobre los precios internacionales fluyera de forma eficiente, y por tanto es pertinente pensar en un alto grado de desvinculación del mercado mundial de caucho con las condiciones internas de producción y organización. Una prueba de ello es que es muy difícil saber la forma según la cual valoraban los artículos que les entregaban a los indígenas a cambio del caucho extraído, ya que las dinámicas que se manejaban allá, en el interior de la selva amazónica, no eran reguladas de forma alguna por las casas comerciantes, a las cuales tan sólo les importaba que el primer intermediario –con el cual negociaban directamente- les entregara las existencias de caucho que se habían pactado. A causa de ésta falta de organización, el trabajador indígena vivía con una deuda casi de carácter perpetuo, pues ésta era, además, la estrategia del “patrón” para mantener la sujeción de la mano de obra a sus dominios, y evitar que escapara en búsqueda de mejores condiciones de vida.
Esta forma de producción es descrita de forma clara por José Eustasio Rivera, tanto en su libro La Vorágine, como en su informe al Ministro de Relaciones Exteriores. Miremos un apartado de cada uno, para comprender la significación de este modo de producción para la época en la que se dio: Le dice un “patrón” al señor Arana sobre la visita de un hombre en busca de su hijo, y que está dispuesto a pagar su deuda: “¡Señor Arana, voy a morir de pena! ¡Perdone usted! Este hombre que está presente vino a pedirme un extracto de lo que está debiéndole a la compañía; más apenas le enuncié el saldo, se lanzó a romper el libro, lo trató a usted de ladrón y me amenazó con apuñalarnos” Sobre el informe:
CONFLICTOS SOCIALES DE PRODUCCIÓN
Mucho hay que decir respecto de las relaciones anormales de los patrones con los trabajadores. Es un hecho que con los segundos se realiza hoy un comercio de esclavitud, disfrazado pero real. Para demostrarlo, basta aludir a la manera como se hace el enganche; el patrón los adquiere adelantándoles baratijas a cuenta de trabajo futuro, con recargos que a veces pasan del quinientos por ciento, y luego los obligan a trabajar donde le parezca para resarcirse del desembolso, cosa que no sucede nunca, pues siempre tiene el cuidado de que le estén debiendo. Otra forma de adquisición de personal consiste en el traspaso que un empresario hace a otro de sus trabajadores vendiéndole las cuentas de éstos aumentadas con una prima más o menos considerable, y sin que los hombres objeto de este tráfico sean siquiera consultados previamente ni conozcan las nuevas condiciones en que los adquiere el nuevo dueño. Estas descripciones hechas por José Eustasio Rivera le dan sustento a las afirmaciones de que tras la fachada del “endeude” se gestó en el Amazonas un régimen de esclavitud, que saqueó y destruyó el medio natural . Este “régimen de esclavitud” estuvo acompañado de toda una serie de formas de dominación, que se recrudecieron con la llegada de la compañía de Julio César Arana del Águila. Desde un inicio el uso de armas de fuego como medio de intimidación fue un elemento que les permitió los “patrones” ir cooptando mano de obra indígena de manera indiscriminada. Algunos indígenas querían poseer éstas armas para usarlas contra sus enemigos, e incluso pensaron en los blancos que veían llegar como aliados para ganar ventaja sobre sus enemigos ancestrales dentro de la selva. La deuda perpetua ya mencionada era otra de estas formas de dominación. El control del trabajo indígena también se fundamentaba en su ignorancia; los indígenas muchas veces eran engañados e incluso embriagados para que entregaran el caucho que extraían a un valor increíblemente bajo.
LA CASA ARANA EN COLOMBIA:
Con la presencia de La Casa Arana en territorio colombiano, por cuenta del contrato que firmaría en 1904 para establecer su compañía cauchera en el Amazonas colombiano, la tendencia de la economía cauchera fue hacia la monopolización. Para lograr esto, la compañía peruana se asoció con una compañía inglesa, con la cual juntaría capitales para poder cooptar por completo la promesa de la economía cauchera. Lo primero que esta compañía se propuso hacer fue eliminar a todos los competidores locales; por ello, muchos productores independientes o pertenecientes a casas comerciales pequeñas fueron objeto de persecución por parte de la Casa Arana hasta que, finalmente, la actividad cauchera se encontró casi que por completo en sus manos. La inversión que hace la compañía es bastante generosa, sin embargo esto no pesó tanto en el éxito que tuvo los primeros años como las duras formas de represión y control del trabajo que implementó. Con la llegada de ésta compañía la dinámica que se venía registrando -de expansión hacia zonas que aún no habían sido explotadas, porque las anteriores ya se iban quedando sin recursos-, se mantuvo relativamente igual, lo que cambiaron fueron los sistemas de dominación y control, no sólo sobre el trabajo indígena –y en menor medida blanco- sino también sobre el territorio.
El desenlace que vino tras ésta época de dominación cruenta fueron una serie de rebeliones por parte de los indígenas. La más conocida de éstas es la rebelión de Atenas, en la Amazonía colombiana, que tuvo lugar en 1917. Los indígenas se mantuvieron en enfrentamiento armados durante varios días contra los delegados de la compañía. La traición de algunos de los indios que le avisó a los “patrones” –ya enviados y controlados por la Casa Arana- lo que los rebeldes tramaban, hizo que la agencia principal de esta región se preparara para el levantamiento armado; razón por la cual los indígenas sucumbieron ante en el fuego de los blancos.
4.LA FIEBRE DEL CAUCHO EN LA CULTURA POPULAR
"manaos", novela de Alberto Vázquez-Figueroa está ambientada en la amazonia brasileña de la época de la fiebre del caucho.
"la vorágine", novela del autor colombiano José Eustasio rivera está ambientada en la amazonia colombiana narrando los padecimientos de los caucheros y colonos que se internan en la jungla para explotar el látex, así como los sufrimientos de los indios nativos considerados como "los esclavos del caucho".

El abrazo de la serpiente, película colombiana de 2015 dirigida por Ciro guerra ambientada en la amazonia colombiana narra dos historias basadas en las memorias de los científicos Theodor koch-grünberg y Richard Evans schultes quienes en distintos tiempos respectivamente; 1909 y 1940, son guiados por karamakate, un chamán último de su tribu en busca del yakruna, una planta difícil de conseguir y durante los viajes se observa la explotación del caucho mostrando igualmente la esclavitud de los nativos en la zona.

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